He aquí mi primer post, y que mejor forma
hay de empezar que hablando sobre el toro, no podía ser de otra forma, gran
protagonista de nuestra enorme fiesta. Siendo desde aquí, Toros Aragón, tampoco
podíamos comenzar hablando de otro encaste que no fuera el que más nos toca,
por nuestra tierra o por nuestras raíces. Casta Navarra; un encaste que al
igual que la jota, o el mismísimo río Ebro, considero que es tan navarro, como
aragonés.
El prestigio del que gozaron estos
animales en tiempos pasados, desdeñado queda. Tan solo los libros son testigos
de tan alta reputación, para desgracia en ambas comunidades. Dicen que pudieran
ser descendientes primitivos del ‘Bos Brachyceros’ por parecido, que cruzó
Pirineos, para terminar en la Riberas de, entre otros ríos, El Ebro. Pero esto,
lo dejaremos para que lo estudien los paleontólogos.
No está de más recordar, que la afición a
los toros por las gentes, comienza tras la primitiva incursión antes citada,
(aunque suene raro), por la zona de Guipúzcoa; y que las primeras cuadrillas de
toreros a pie, capeaban estos toros en Navarra, La Rioja y Aragón. Como
anécdota, en la mitad del siglo XVIII el padre jesuita Larramendi escribió:
“…las fiestas en que no hay toros, apenas se tienen por fiestas…”, y se puede
leer en otras líneas “…Si en el cielo se corrieran toros, los guipuzcoanos
todos fueran santos para irlos a ver”.
A día de hoy se habla de proteger a varias
castas, como la del Marqués de Santa Coloma o por decir otro, Cabrera (de no
ser por Miura…), o citar a varias casas como la de Urcola, Conde de la Corte o
Partido de Resina (antes Pablo Romero). “Nuestro encaste” protagonista no podía
ser menos, es el número uno de su promoción, ya que en su estado más puro, no
hay plaza de toros donde desembarque. Nuestros nietos, (y nosotros mismos lo
podemos decir ya), oirán de estos toros, que no son mas que simples fábulas. De
nuevo vuelvo a decir que testigos son los libros, e investigándolos, puedo hacer
hoy este ‘post’, como cualquiera que tenga un poquito de interés, y en estos
declarantes de papel nos podemos encontrar toros célebres como:
‘Cabrero’. De Díaz; fue lidiado en Soria
el 3 de octubre de 1881, tomó 22 puyazos y mató 8 caballos.
‘Estornino’. De la ganadería de Severo
Murillo; lidiado en Barcelona el día 29 de junio de 1851, aguantó 30 puyazos.
‘Generoso’. De Lizaso; se corrió en
Cartagena el 6 de agosto de 1876, llegando a tomar 25 varas.
‘Llavero’. De Nazario Carriquiri; Que en
Zaragoza fue indultado para Pilares, un 14 de octubre de 1860, y tal poder
debió tener en el coso, que tomó 53 puyazos.
‘Nevao’. De Pérez Laborda; un gran toro
lidiado en Huesca un 10 de agosto de 1862; le dieron 20 puyazos, y cumplió en
todos los tercios.
‘Sillero’ De Zalduendo; lidiado también en
la Barcelona de 1851, un 18 de septiembre y que con 28 puyazos hizo el
tránsito.
Estos toros, de tanto renombre en mi
recuerdo durarán, y quizás también en el de alguno de ustedes. Lo de estos
toros, debe de ser un aviso para cualquier otro tipo de encaste, o incluso para
la fiesta en si. Nadie debería pedir a un maestro hoy en día, tal como está
montado esto, que se juegue la vida con un toro determinado y conocido por sus
dificultades, principalmente porque no tiene precio el tan solo hecho de
ponerse con verdad, delante de cualquier sangre de bravo. Pero si lanzar desde
mi humilde opinión, algo de compromiso, a quienes en nuestros días mandan en
esto, que no rechacen nada, que todo son toros, que cada uno de ellos tiene su
lidia y ahí tiene que entrar la maestría, por el bien de la diversidad, y el
bien de la fiesta.
Por Hugo Quilis
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